jueves, 5 de enero de 2012

CUENTOS DE TERROR

ESPERO LES GUSTE ESTE CUENTOS DE TERROR. POR FAVOR, DEJE SU COMENTARIO

A EXTRAÑA LAVADORA

Miguel era un pobre muchacho, hijo de una familia extremadamente numerosa. No tenía vicios y, gracias a Dios, era respetado por sus buenas costumbres y su intachable honestidad.
Su amigo Damián, miembro de la clase media de la sociedad y sumamente solvente, le pidió por favor, que cuidara de su apartamento unos cuantos días, mientras él hacía un viaje urgente al exterior del país.
Miguel aceptó, Damián le ofreció pagarle por su molestia y Miguel se echó a reír en su misma cara.
-¿Tú estás loco, vale? ¿Cómo se te ocurre que te voy a cobrar por disfrutar de las comodidades de tu casa?
-Bueno amigo, de todas maneras, sabre agradecerte el favor. La cocina está llena de alimentos y el bar de licores, se que no bebes, pero por si te provoca, además en el supermercado de la esquina abrí una cuenta ilimitada a tu nombre, para que compres cualquier cosa que te haga falta, incluso, te podrán dar dinero en efectivo.
-Damián, deja de hablar pistoladas, tú sabes que te hago el favor con mucho gusto. Y con semejante comida, bebida y música, te prometo que no me moveré del apartamento hasta tu regreso. Ni loco que estuviera.
Damián se echó a reír y le entregó las llaves del apartamento, advirtiéndole:
-Se me olvidaba que en el garaje te dejo el carro, los papeles estén en la guantera, tiene suficiente gasolina, úsalo para lo que quieras, pero no me lo vayas a chocar, porque te mato. Es posible que me tarde hasta un mes en regresar, cualquier cosa, me llamas al celular.
Se despidió efusivamente de su amigo.
Miguel entró al apartamento. Desde el primer momento sintió algo extraño, como un rechazo hacia su persona, pero no podía explicar en que consistía.
Se preparó para tomar un baño en el jacuzzi, lo hizo funcionar y fue a la sala a poner música a todo volumen
-Ya que estoy aquí, disputaré de la vida, se dijo.


Pero el aparato no funcionaba bien, emitía unos chirridos horrendos y Miguel prefirió apagarlo, pensando en hacerlo revisar el día siguiente. Fue a la cocina y encontró en la nevera abundancia de comida. Se preparó un sándwich y lo comió, acompañado de jugo de frutas.
Se desvistió y se dispuso a tomar su baño.
Cuando entró en el baño, notó que el jacuzzi estaba calientísimo, pero sin agua. Pensó que era extraño que dos aparatos se descompusieran al mismo tiempo. Tomó su baño en la ducha, que por cierto no tenía agua caliente. Pensó en llamar a Damián, pero pensó que sería mejor no preocuparlo con pequeñeces.
Se acostó en la cómodas cama, dispuesto a dormir a pierna suelta,
Al sentarse, escuchó como un crujido.
-Hay que ver que en estos apartamentos de ricos pasan demasiadas cosas, pensó y se quedó dormido con el sueño de los justos.
A la mañana siguiente, se dio cuenta que no había llevado nada de su ropa, por descuido y pensó en usar algo de su amigo, seguro de que no se molestaría.
Escuchó el ruido del teléfono. Era Damián que lo llamaba.
-Acabo de llegar y te llamo para saber si todo marcha bien.
-Perfecto amigo, contestó Miguel, algunos defectillos en tus aparatos, pero nada de importancia.
-Te voy a contar algo que no te dije antes para que no te echaras para atrás en la custodia de mi adorado departamento.
¿Te acuerdas que nos conocimos en el parquecito detrás de tu casa del barrio? Es porque yo vivía cerca, soy un limpio “pata en el suelo”, peor que tú, porque no tenía casi familia. Mi Ita Gumercinda ni se reocupaba de mí y me dejaba vagar día y noche por las calles.
Yo era su único pariente y sabía que tendría que dejarme sus bienes algún día. Pero la vieja malvada, antes de morir, echó un maleficio sobre lo que yo heredaba, sobre todo el departamento. La maldición consiste en que el mismo departamento ahuyentará a cualquier extraño que pretenda vivir allí. Son tonterías de vieja, te lo cuento porque se que era un hombre valiente y que te sembrarás en mi casa a cuidarla, cumpliendo con lo prometido. y se echó a reír.
A Miguel no le gustó mucho la cosa pero se rió también.
-Acuérdate de solicitar cualquier cosa que necesites, concluyó su amigo y se despidiò.
A Miguel se le olvidó decirle que iba a usar su ropa, pero era demasiado tarde y no iba a llamarlo para preguntarle semejante tontería.
Fue a la habitación, escogió unos pantalones y una franela y se dispuso a ver televisión.
De repente sintió un extraño escozor en todo el cuerpo y cuando se quitó la camisa se vio cubierto de hormigas rojas que lo picaban inmisericordes.
-Bueno ¿Y esto que es? Se preguntó asombrado.
Se quitó toda la ropa
Y se vio cubierto de picaduras por todas partes. Corrió a la ducha, pero no funcionaba. Pensó en ponerse otra ropa de su amigo para salir a comprar algún insecticida, pero no encontró ninguna prenda libre de los horribles insectos.
Lo que tengo que hacer es lavar y secar toda esta ropa para quitarle las hormigas, se dijo.


Recogió toda la ropa que pudo y se dirigió al lavadero.
Colocó su carga en la lavadora automática, pero cuando la iba a encender, sintió un movimiento en el aparato, intentó de nuevo y esta vez no había equivocación, la lavadora rodó sola hasta un metro de distancia, Pensó en un temblar de tierra, pero ningún otro aparato se movía.
Desnudo salió del lavadero para despejar la mente pensar en lo que debería hacer. Se sentó en el sofá con algo de comer y una cerveza fría, cuando sintió ruidos como si algo se arrastrase por el suelo y el batir de las puertas del lavadero. Creyó que era un ladrón y se aprestó a defenderse. Valientemente abrió las puertas del lavadero con un cucillo de cocina en la mano.
-¿Quién está allí?
No recibió respuesta y, de pronto vio la lavadora acercarse a él. Salió corriendo, pero el aparato lo persiguió hasta dar con él
A las dos semanas regresó Damián. Vio su carro en el garaje, tal como lo había dejado. Preguntó por su amigo al conserje, quien, extrañado, le dijo:
-¿Cuál amigo? Yo no he visto salir ni entrar a nadie de su apartamento.
Inclusive había pensado que hoy forzaría la puerta debido a que despide un mal olor, debido seguramente a basura acumulada y los demás inquilinos se quejan.
-¿Será que el exagerado de Miguel no salió para nada? De todas formas es raro, pensó Damián.
Acompañado del conserje, subió hasta su piso, pero no pudo accionar la llave, el apartamento estaba cerrado por dentro y seguramente con la llave en la cerradura.
Llamó a gritos a su amigo, pero no recibió repuesta.
Con ayuda del empleado forzó la perta y el olor espantoso los envolvió enseguida.
Damián dio un grito de horror. En mitad de la sala estaba el cadáver de Miguel, desnudo y ya en estado de descomposición.
Pasado el primer choque, llamaron a la policía y revisaron el apartamento, no había nada fuera de su lugar, excepto la lavadora, cargada con un montón de ropa que estaba fuera de su sitio de costumbre. Además la boca de entrada que quedaba en la parte frontal, estaba como torcida y ovalada en forma horizontal, daba a la maquina un raro aspecto de maldad.
-La maldición de tía Gumersinda!, exclamó Damián y se desmayó.

1 comentario:


















  1. EL CRUCIFIJO

    Dos turistas, Gabriel y Carlos, se paseaban por una ciudad europea, plena de historia y tradiciones.
    Lamentablemnte a nuestros amigos les importaba un comino la historia y la tradición y se dedicaron a beber el excelente vino europeo.
    Cuando pasaron por el antiguo cementerio decidieron visitarlo. Entraron y se dedicaron a recorrerlo. Llegaron a una tumba suntuosa cuya lápida estaba rematada por una cruz de hierro, que parecía muy antigua.
    Se les acercó el anciano guardián del camposanto y ellos le pidieron, a cambio de unas monedas, que les explicara algo de la historia del cementerio.
    El anciano contó someramente lo que sabía y remató diciendo:
    “En cuanto a esta tumba, pertenece a un destacado sacerdote, que murió en olor de santidad. La tradición dice que está embrujada y quien se le acerque, si no cree, Dios lo fatigará”
    Gabriel rió can todas sus ganas, mofándose del anciano y de credulidad. El anciano protestó, pero Gabriel, complejamente borracho empezó a meterse con la cruz
    “Así que está maldita, entonces, que salga el diablo y me lleve, esto no es más que un pedazo de hierro viejo”
    Carlos y el guardián notaron como un movimiento en la cruz
    Quisieron apartarlo, pero Carlos, con terquedad de borracho, siguió insultando la cruz.•
    “Hay que ser bien tonto para tenerle miedo a esta carcacha o al muerto que está enterrado. Ese no sale de ahí más nunca.
    Carlos, un poco menos borracho, pidió ayuda al guardia y entre los dos, obligaron al beodo a retirarse de la sepultura.


    Carlos acompañó a su borracho amigo hasta que llegaron al hotel donde se alojaban.
    “Te quedas quieto ahí, piazo de borracho. Voy a buscar algo a ver si se te pasa la borrachera”
    Y salió de la habitación. Apenas se fue Carlos, su amigo que era del género de los borrachos fastidiosos, siguió con su idea fija. Decidió fugarse y volver al cementerio.
    Al llegar, estaba cerrado. Tomó una piedra, y con fuerzas que el vino le daba, golpeó el candado y logró abrir la puerta.
    Entró y al poco rato dio con la cruz que buscaba.
    “Aquí estoy, gran pendejo, que te dejaste crucificar por esas bestias que llaman humanos”
    Apenas dijo estas sacrílegas palabras, se vio un relámpago cegador, seguido por el retumbar de un monstruoso trueno. Luego, todo quedó en silencio.
    Cuando Carlos regresó a la habitación y no vio a Gabriel, pensó que había salido para seguir emborrachándose, lo buscó en el hall y en el bar del hotel, sin hallarlo. Se preocupó que saliera solo con semejante borrachera. Decidió salir a buscarlo, No podía estar muy lejos.
    “Con esa borrachera no pudo caminar mucho. Cuando se le quite me las va a pagar todas juntas”
    Buscó en los alrededores y, casi sin darse cuenta, llegó al viejo camposanto. Vio el candado roto y tuvo una terrible sospecha:
    ¿Gabriel habrá sido capaz de entrar y profanar una cruz? La verdad, no lo creo, pero debo ir a ver.
    Buscó al guardia y le contó que pasaba, el viejo se prestó a acompañarlo.
    Caminaron por los senderos sin encontrarlo. Por fin se acercaron a la tumba que había llamado la atención de Gabriel.
    Al llegar al pie de la cruz, un nuevo relámpago iluminó por fracciones de segundo el cementerio. De pronto salió la luna y a su resplandor vieron a Gabriel.
    Estaba clavado de pies y manos a la cruz y de sus costado herido, salía un lento chorro de sangre y agua.
    El símbolo divino había castigado al inconciente profanador-












    ResponderEliminar