PRIMERA Y ÙLTIMA
(historia verdadera)
Esta no es una historia de terror, no participan fantasmas ni aparecido, pero produce temor y merece ser contada.
Más lejos que más nunca, en el Cajón del Arauca vivía un muchacho, que soñaba en ser cazador como su padre.
Un día el padre consideró que tenía edad suficiente para salir a cazar y le regaló una carabina.
Le enseñó como cargarla de modo seguro, como apuntar y disparar.
El muchacho sintió muy orgulloso cuando, salió, con su carabina al hombro, de cacería por primera vez.
Como todo muchacho llanero, sabía donde se juntaban más animales y hacía allí se dirigió.
Llegó a un pequeño bosquecillo, llamado “mata” por los llaneros, donde había árboles bastante altos, raros en la sabana.
Él había practicado con su padre y estaba seguro de su puntería.
Avisto entr las ramas a una mona que cargaba su cría. El joven pensó en herirla solamente, para quitarle la cría.
Apuntó con cuidado y el animal cayó pesadamente al suelo, seguro mal herida.
El muchacho se acercó, con el objeto de arrebate su cría la moribunda bestia.
Cuando estaba a solo unos pasos, la mona pudo ponerse de rodillas. Miró al joven con mirada casi humana y apretó contra su pecho al monito, como para protegerlo.
El muchacho insistió en tratar de quitarle al hijo, y se acercó más al animal.
Vio lágrimas en los ojos de la mona y algo en su mirada le recordó a su propia madre, cuando él se cayó de la mata de mango y creían que moriría.
La mona tomó al hijo con un sola mano y mirado fijamente a su asesino, lo apretó y lo ahogó.
Luego, entregó el monito muerto al muchacho, y murió también ella.
La lección que recibió el joven fue terrible, la madre había preferido matar al crío antes de entregarlo para una esclavitud segura.
El muchacho, descargo su carabina, se la echó al hombro y se alejó murmurando:
-Perdóname, virgencita por el crimen que acabo de cometer. Prometo solemnemente, por la vida de mi madre, que es la primera y últimas ves que salgo de cacería.
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